martes, 30 de mayo de 2017

Piezas Afrocubanas en Escuela de Cerámica


Agradecimiento


Un agradecimiento especial a todas aquellas personas, familiares y amigos de las familias de artesanos alfareros de Calabazar y a los miembros de mi extensa familia paterna; que de un modo u otro contribuyeron con información para poder realizar este trabajo.
A todos ellos, gracias...


 Introducción

He tenido sumo placer en desarrollar éste trabajo en honor al lugar donde nací y he residido siempre.  Su fundación oficial data del 15 de octubre de 1830 con el histórico nombre de Doña Cristina De La Nueva Palmira, aunque desde sus inicios a principios de la colonia era conocido por el Calabazar, debido a las numerosas siembras de calabazas que allí existían por aquel entonces. Todavía en la actualidad se conoce por su antiguo nombre. 

Calabazar fue, y siempre ha sido un pueblo de alfareros y ceramistas, por ende, deseo expresar un cálido mensaje de reconocimiento y recordación a todas las familias que han realizado a través de décadas este fino arte.



Desarrollo

Paralelamente al crecimiento de la industria tabacalera se estableció la industria del barro, que durante la colonia había despuntado como uno de los principales rubros económicos.  Debido a la naturaleza de su suelo, a partir de 1854 comenzó a desarrollarse la industria alfarera con la aparición del primer tejar dedicado a la producción de ladrillos, tejas, porrones y otros utensilios de barro, fabricados de forma artesanal, pero muy solicitados en esa época.  Esta naciente industria era favorecida por el desarrollo de las nuevas construcciones del lugar y su demanda en ingenios y cafetales de la jurisdicción y lugares cercanos.

Alrededor de 1894, el catalán Pablo Bregolat Rosell adquirió la finca "Los Mangos", inmediata al poblado para construir una fábrica de materiales de construcción.

El tejar "Bregolat", pionero de la industria alfarera nacional, que "nace con el ansia de seguir y triunfar en la implantación de una industria artística que en Cuba se desarrollaba primitiva y artesanal".  Hasta ese momento, no se tienen noticias ciertas de la época de otros centros de producción similares hasta el año 1905, en que se hace cargo en Camagüey de la fábrica de alfarería otro catalán, Mateo Figuerola Roig.

Esta industria se dedicó a la fabricación de tejas, jarrones, macetas, tinajones, losas y ladrillos.  Su fuerza de trabajo estaba formada por una masa heterogénea de obreros asalariados negros, chinos, canarios, portugueses y cubanos que laboraban en condiciones de total desamparo, al carecer de ley alguna que pusiera límite a la explotación.  Se utilizaba también el trabajo infantil empleando a niños de 12 a 13 años que laboraban junto a los hornos, durante agotadoras jornadas, por seis pesos al mes.

Durante los meses finales de la intervención norteamericana e inicios de la pseudo-república, el tejar " Bregolat " es reconstruido y puesto nuevamente en producción contando ahora con amplias instalaciones y un equipamiento técnico más moderno.

El tejar estaba compuesto en el 1904 por un edificio de madera y tejas de tres plantas y 600 metros cuadrados de superficie, una máquina y una caldera de 25 caballos de fuerza,  una prensa para tejas sistema "Clayton"; una mezcladora de doble acción, un molino de dos cilindros, una prensa giratoria, un carro cortador, 1000 marcos para tejas, dos carretones de volteo, una carreta de marca, un "Donkey" (Antiguo sistema movido por dos burros o asnos, de ahí el nombre tomado del Inglés) y otras herramientas y equipos.  Su valor ascendía a 18 000 pesos - oro.

Su línea productiva consistía en la fabricación de tejas, ladrillos, macetas y porrones; que eran elaborados utilizando como materia prima barata el barro extraído de las márgenes del río Almendárez, que cruza próximo a la industria.

Para poner en funcionamiento a ese gigante del barro fue necesario incorporar a un número considerable de trabajadores, muchos convertidos en corto tiempo en verdaderos maestros de la arcilla.  La premisa para obtener una plaza consistía en aceptar las condiciones impuestas por su propietario: jornadas de trabajo de 9 a 10 horas, míseros salarios, doble turno, etcétera.

 En ocasiones se trabajaba de noche a la luz de una máquina motora en la fabricación de ladrillos refractarios, muy solicitados en el mercado nacional.  El sistema de trabajo no difería en esencia, del utilizado en época de la colonia.

Las tejas planas -conocidas también como tejas francesas- fabricadas por Bregolat eran de alta calidad y gozaban de gran demanda en el mercado, por lo que representaban un fuerte competidor para el capital foráneo dedicado a este tipo de negocio.  Por esa razón, en 1907 la firma francesa Dussány Compañía; competidora en este renglón de producción firmó un acuerdo con Bregolat para que no fabricara tejas planas en Cuba hasta 1911 y se comprometió, a pagar una subvención a esta industria durante esos años.

A partir de 1910, se observa un crecimiento de la industria del barro en Calabazar.  En ese año apareció un nuevo tejar denominado "Fulton", propiedad de Bartolomé Noguera, que pronto se convirtió en una competitiva a que Bregolat trató en vano de asfixiar.  Se abrió también la cantera "Jíbaro" de José Fernández; así como algunos hornos de Cal, lo que demostró que la industria de materiales se iba fortaleciendo en la localidad.

Durante los años de la Primera Guerra Mundial esta industria experimenta un desarrollo considerable.  Mientras la guerra significó un duro golpe para otras industrias, la industria del barro se expandió al ritmo de la fiebre azucarera que vivió el país por ésos años.  Ello constituyó un fuerte estímulo para el incremento de la producción de diversos artículos de barro y cerámica.

Durante los años de la contienda bélica creció extraordinariamente la demanda de losas de azotea destinadas a los palacetes de la burguesía habanera que los edificaba en el Vedado y Miramar (Centros de la Ciudad de la Habana).  La producción de este renglón en el tejar "Bregolat" alcanzó en esos años los 10 millones anuales, lo que representaba una respetable cifra para ése período.

 De igual forma aumentó la producción de ladrillos refractarios destinados a la construcción de nuevos ingenios erigidos durante "la gran expansión azucarera"; así como la fabricación de utensilios de cocina que tenían alta demanda en el mercado.

 La nueva situación -aunque no por mucho tiempo- aportó cuantiosas ganancias a los locales vinculados al negocio de la arcilla.  Al calor de ese auge, se levantó un nuevo tejar en la finca "Jíbaro" de Ángel Villate; en tanto, los herederos de Bregolat constituyeron "La Industria Alfarera Cubana S.A.", aspirando a incursionar en el campo de los grandes negocios con un nombre más rimbombante. Celis y hermanos inauguran una fábrica en la cual se fabricaba inicialmente tejas de azotea y criollas.  Después incorporaron a su producción alfarería, creando disímiles piezas como eran: búcaros, ánforas, cazuelas, tinajones, porrones, etcétera; y todo tipo de figuras hechas en el torno alfarero.  Toda esta producción era transportada hacia La Habana en carretas, donde se vendía al por mayor a dueños de bazares que la compraban en bizcocho.  Esto se realizaba en esa época, al igual que en el resto de los talleres con el barro obtenido en las márgenes del río Almendárez, en Paso Seco, en el parque Lenin.  (Un lugar en las afueras de La Habana).

Era un trabajo sumamente difícil, pues para ello se requería de gran experiencia y conocimientos, en la mayoría de las veces aportados por la constante práctica.  Esta arcilla era almacenada en diferentes lugares, según su calidad.  Se trataba de una arcilla con alto contenido de sílex y por ende alta resistencia a los choques térmicos.  Posteriormente, alrededor de 1950 se traía ya de Pinar del Río, zona del país rica en arcilla roja de excelente calidad.  Actualmente esta familia continúa realizando trabajos de alfarería utilizando las técnicas tradicionales.

En esa época se acostumbraba decorar las vasijas utilizando solamente como motivos las improntas de los dedos, haciendo orlas en los bordes de las mismas cuando salen o son retiradas del torno, o bien con una rodadera  (esto no es más que una o varias ruedas dentadas que rotan en un eje,  el cual se acerca a la pieza cuando está dando vueltas en el torno, para así marcar su perfil).  A este tipo de decorado se le unían la colocación de asas de varias formas y tamaños; así como varios tipos de instrumentos muy sencillos y rudimentarios y de fácil realización que otorgaban a la pieza un decorado muy típico que incluso todavía se sigue realizando en algunas casas de alfareros.

También en aquella época se mezclaba del barro de forma muy peculiar, pues las mezcladoras eran de doble acción, las cuales consistían en un eje centrado en el suelo con dos paletas a sus lados, eje del cual salían tres palancas del centro hacia sus lados las cuales eran tiradas por mulos que daban vueltas alrededor del mismo.  (Sistema también llamado Donkey)

Por aquellos años Juan M. Guarro abre otros talleres en la finca "El Polvorín" destinados a la obtención de carbonato de calcio para añadirlo a la arcilla y mejorar así sus propiedades de resistencia al choque térmico.

En la calle Meireles y Arroyo Jíbaro comenzó a funcionar una fábrica de tubos y losas, propiedad de Rodríguez y Sureda, en el lugar que hoy ocupa el taller "La Estrella".

Estos tubos se hacían igualmente de forma manual, en un eje al cual se le ponía una lona alrededor del molde y se enrollaba a sus paredes una ancha tira de barro la cual era "cosida" como se le llama comúnmente a la forma de unir las dos partes y después se le añadía por la parte inferior la boquilla.  Este procedimiento se sigue utilizando todavía en algunos talleres en la localidad de El Cano (zona situada en las afueras de la ciudad de La Habana).

En el reparto América,  Antonio Aguirre "El Curro", erige un taller de alfarería destinado a producir tinajas, porrones, macetas y otros implementos utilizados en el ramo, mientras que en el reparto "El Globo" Juan Dalmau abre una fábrica de tubos.

En ese mismo reparto, los hermanos Carreras iniciaron la fabricación de un nuevo tejar, y en el reparto "Las Cañas" los hermanos Ravelo fundaron un pequeño taller de cerámica, en el cual hacían todo tipo de objetos de barro.

Pero es en el taller de Isidoro García y Castilla "El Isleño" llamado así cariñosamente al llegar de Las Palmas de Gran Canarias, donde se comienza a aplicar una cubierta a los objetos y a la cacharrería en general.  La producción era dedicada principalmente, a la construcción de cazuelas planas (freideras) de varias medidas y tamaños, en las cuales se cocía el arroz o paellas debido a su buena retención de la humedad, se procedió a impermeabilizarlas, aplicando sólo en su interior un esmalte que se hacía con minio y bórax únicamente, proceso heredado de los asentamientos de canarios en la localidad.  Es interesante añadir que la alfarería que se produce en Islas Canarias es muy, pero muy similar, a la que se realizaba, y se sigue realizando en el pueblo de Calabazar; debido pues a la mezcla de la cultura española con la nuestra.  Rasgos característicos nos unen, puesto que la forma de las tinajas, porrones y ánforas son realizadas del mismo modo y la forma del decorado con improntas es la misma del pueblo español.

Una muestra viva de ese ejemplo lo tenemos en una pieza que se fabrica en Calabazar y que actualmente se ha abandonado un poco, el porrón circular hueco.  Esta pieza se realizaba en España y al adaptarse entre nosotros se le hicieron algunos ajustes.  La forma de hacer los brocks o boquillas, así como el asa, varió un poco y se le incorporaron además detalles de ornamentación en la parte del centro.

Es en esta década del 40 cuando mi abuelo Amelio Puyalena (El Chino), decide levantar su taller con el fin de lograr realizar su sueño; "hacer un espacio para producir todo tipo de piezas de barro".  Esta idea la va madurando mientras trabaja en varios de los talleres de la comarca, aprendiendo así el mismo oficio heredado por su padre Lorenzo Puyalena (mi bisabuelo), el cual al llegar de polizón en un barco, procedente de los bajos Pirineos se colocó como jornalero en el taller "Bregolat", en el cual aprendió rápidamente el oficio de alfarero y adquirió con el tiempo una amplia experiencia.

En el taller de Amelio, llamado "Cerámica Esther" en honor a su hija pequeña (mi tía), laboraba toda la familia: hermanos, sobrinos, tíos de hijos; todos en función de lograr hacer una amplia línea de producción.  Se hacían nacimientos completos para las Navidades, jarras para cerveza, botellas, lámparas, búcaros, macetas, porrones, freideras, cazuelas, e incluso ladrillos huecos, celosías, tubos y losetas de azotea. Todo esto era posible gracias al amplio conocimiento que logró acumular Amelio, pues toda su vida, comió, bebió e incluso respiró cerámica desde pequeño.

Dado siempre al constante desarrollo de esta disciplina, era común que personas interesadas en aprenderla, graduados pues en la academia "San Alejandro” (Prestigiosa escuela de Artes Plásticas de Cuba) pasaron largas horas en su taller dedicados al estudio de la tornería alfarera y a la forma de construir y aplicar las cubiertas, de lo cual hablaremos posteriormente.

Trabajó mucho con Amelia Peláez, con la cual tenía mucha afinidad debido al interés de ésta por la alfarería, haciéndole los soportes donde posteriormente recrearía nuestra artista los vivos colores de la naturaleza.  También visitaba el taller nuestra querida ceramista Mirtha García Buch, en compañía de su inseparable amiga Rebeca Robes Masses, donde pasaban agradables momentos dedicados todos por entero al mundo fascinante de la cerámica.  Muy conocido por todos los ceramistas de la época, e incluso décadas después, "El Chino" es recordado por su habilidad en el torno alfarero, la manera de crear  sus tinajones, a los cuales les daba una forma única y su capacidad para levantar piezas enormes sin utilizar la técnica de ensamblaje, motivo por el cual otro de nuestros ceramistas, el doctor Rodríguez de la Cruz al iniciar su taller lo llamaría para que le trabajara en sus ratos libres, dejándolo crear piezas únicas a su antojo, las cuales él decoraría posteriormente.


Como hemos visto anteriormente se puede apreciar, sin lugar a dudas que fue Calabazar pionero de la alfarería nacional; puesto que en la fecha en que se fundó esta empresa no se tenían noticias de otras similares en el país y fue allí donde se comenzó en épocas de la colonia, a desarrollar el arte de hacer porrones, tinajas, macetas, etc.  Todo esto era muy precario y se fue perfeccionando con el tiempo.  Ya en los años 50 se esmaltaba en Calabazar utilizando como cubierta una base realizada con bórax y minio en forma cruda, después algunos ceramistas fueron añadiendo ingredientes para mejorar el fundido y en particular llama la atención los esmaltes crudos de plomo y feldespato desarrollados por Amelio Puyalena (mi abuelo) y a los cuales hice algunas modificaciones.  

Debo decir que el efecto visual que he pretendido lograr en el caso de las piezas que forman la muestra de vasijas afrocubanas, no es más que la mezcla de dos técnicas de diferentes modos de preparación: La mayólica tradicional y el uso de engobes vitrificables a modo de pátina.  Algunas de las fórmulas que tengo puestas en el hilo de "Esmaltes Crudos de Plomo y Feldespato" me han servido de base para aplicarlas en el área de los rostros y las zonas donde no apliqué el esmalte blanco.

 Primero elaboré las formas básicas en el torno alfarero,  tomando en cuenta el espacio destinado para la decoración que pretendí hacer en el caso de cada orisha; a esto le siguió el proceso de ensamblado y modelado de los rostros y atributos correspondientes a cada deidad,  posteriormente vino el proceso de secado y bizcocho.

 Una vez listas las piezas procedí a aplicar una máscara sobre las superficies que no serían decoradas a la mayólica,  puesto que el engobe vitrificable a usar en estas áreas no debe coincidir con el esmalte blanco, pues estos, al tener composiciones diferentes podrían arruinar el efecto y no conseguir el contraste apropiado entre el brillo y el mate. Una vez cubiertas las áreas con la máscara (empleé arcilla húmeda para enmascarar dichas áreas, también hubiera podido usar cera) se comienza a aplicar el esmalte blanco ya sea por pincel o bien por spray logrando crear una capa lo suficientemente densa para que los colores fijen bien en esta.

 Una vez seco el esmalte podemos retirar el área enmascarada, y retocaremos cualquier parte que haya sido rozada con el esmalte, dejándolo libre de este.  Así ya tenemos lista el área donde vamos a aplicar los colores de la mayólica, y podemos comenzar a decorar esta parte. Al terminar, tomamos las piezas y las introducimos en el horno para quemarlas a 1020°C. Es importante señalar que la temperatura no debe exceder estos parámetros y que el ciclo de cocción no debe ser muy apurado, pues debemos tener en cuenta que estos colores deben tener el tiempo de maduración suficiente para alcanzar su máxima capacidad de coloración. Terminamos de este modo esta segunda fase de nuestro trabajo.
Corresponde ahora el turno de aplicar el engobe vitrificable, que en este caso escogí uno a base de dióxido de manganeso utilizando, en lugar de la arcilla de Bauta, arcilla roja de mediana plasticidad para lograr un efecto que simule madera.

 Procederemos entonces a aplicarlo en forma contraria a como hicimos anteriormente, o sea, sobre las áreas que no están decoradas con la mayólica.

 El haber hecho una previa quema del esmalte anterior nos va a facilitar ahora esta parte: Con una esponja humedecemos las áreas donde vamos a aplicar el engobe, tomamos un pincel y comenzamos a pintar toda la superficie hasta que cubra todo el color terracota.

 Con la esponja húmeda vamos frotando sobre estas áreas, retirando un poco de color para lograr que aclare en las partes más lisas y que quede más oscuro en las incisiones que tiene el diseño.  Cada vez que frotemos la esponja la iremos limpiando en un recipiente con agua para pasarla nuevamente hasta que quede el efecto deseado.  Si se ensucia la parte decorada con esmalte anteriormente podemos limpiarla con un paño húmedo o con la misma esponja limpia.
Debe ir al horno de nuevo para ser cocida a la misma temperatura a la que fue sometida anteriormente, o sea a 1020°C.

 Los motivos afrocubanos usados en la decoración responden a un código utilizado por la antigua religión Yoruba, que no es más que el término utilizado para identificar a todas las tribus que hablaban la misma lengua, aunque no estuvieran unidas ni centralizadas políticamente.  Yoruba, por consiguiente, es una denominación  básicamente lingüística, aunque estas tribus estuvieran vinculadas por una misma cultura y la creencia de un origen común.

 Debo aclarar que, aunque me baso en un breve estudio para elaborar mi obra, no soy un entendido en materia religiosa, lo que me fascina es su gran riqueza iconográfica y su influencia en nuestra cultura, razón por ello que decidiera realizar esta exposición pretendiendo mostrar, a mi manera de ver, y de modo general, algunos de los diferentes orishas que integran el panteón Yoruba. 

 He tratado de recrear en mis piezas los colores y atributos de cada una de las diferentes deidades que forman la muestra, tomando como soporte las vasijas.  siendo éstas en la mayoría de las veces,  los receptáculos destinados a contener las prendas utilizadas en esta religión.













































































martes, 23 de mayo de 2017

El Relevo



Mi padre contento de ver su legado


Un Plato dedicado a mi padre,  la fuente de mi inspiración.



sábado, 20 de mayo de 2017

Presentación





¡Hola  y Bienvenidos a mi blog, amigos y  colegas del mundo! 

Mi nombre es Carlos Manuel Puyalena Croffet,  soy de Cuba, y he abierto este espacio para ayudar, aclarar dudas,  orientar  y encaminar a todo aquel interesado en el campo de la cerámica,  además de compartir opiniones con otros colegas dedicados por entero a este noble oficio.

Pertenezco a una familia de fuerte tradición en la cerámica,  desde mi bisabuelo,  hasta mi padre,  todos dentro,  incluyendo mis tíos.




Laurent Puyalena Harrichuri



Todo comenzó con el arribo a Cuba de Laurent Puyalena Harrichuri (mi bisabuelo), el cual al llegar de polizón en un barco, alrededor del 1870,  procedente de los Bajos Pirineos (Países Vascos), se colocó como jornalero en el taller "Bregolat", primera industria de la alfarería en Cuba, en el cual aprendió rápidamente el oficio de alfarero y adquirió con el tiempo una amplia experiencia.



Manuel Amelio Puyalena




Muchos años después, en la década del 40, mi abuelo  Manuel Amelio Puyalena (El Chino), decide levantar su taller con el fin de lograr realizar su sueño; "hacer un espacio para producir todo tipo de piezas de barro".  Esta idea la va madurando mientras trabaja en varios de los talleres de la comarca, aprendiendo así el mismo oficio heredado por su padre.  En el taller de Amelio, llamado "Cerámica Esther" en honor a su hija pequeña (mitía), laboraba toda la familia: hermanos, sobrinos, tíos de hijos; todos en función de lograr hacer una amplia línea de producción.  Se hacían nacimientos completos para las Navidades, jarras para cerveza, botellas, lámparas, búcaros, macetas, porrones, freíderas, cazuelas, e incluso ladrillos huecos, celosías, tubos y losetas de azotea.  Todo esto era posible gracias al amplio conocimiento y destreza que logró acumular Amelio, pues toda su vida, comió, bebió e incluso respiró cerámica desde pequeño.
La frase preferida de El Chino era: "se aprende mirando"


Muy conocido por todos los ceramistas de la época, e incluso décadas después, "El Chino" es recordado por su habilidad en el torno alfarero, sus tinajones, a los cuales les daba una forma única y su capacidad para levantar piezas enormes,  las que pocas veces ensamblaba.

Después mi padre,  desde mi niñez,  fue sembrando en mi la semillita de la cerámica,  hasta que cierto día, al ver como salían las piezas con ciertos defectos,  me decidí a estudiarla con el firme objetivo de tratar de minimizarlos, adentrándome así en lo que sería mi actual forma de ganarme la vida, laborando día a día junto a mi esposa e hijos, manteniendo viva la tradición.




Con mi padre,  en una Bienal, con uno de mis primeros conjuntos,
(decoraba al estilo de mayólica medieval mediterránea)




En mi taller